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El otro hijo del Don Poppy Bermúdez

foto Logo EQ EditorialLa Justicia de Santiago está abocada a esclarecer la exigencia del señor José Andrés Tavárez, quien alega ser hijo del fallecido empresario José Armando Bermúdez (Poppy), pero que sus sucesores se oponen a que continúen las investigaciones.

Ese hecho, como cualquier otro, debe ser esclarecido. La transparencia debe imponerse. No hay que hacer un escándalo mayúsculo con la disposición de la exhumación del cadáver, sino que las autoridades deben disponer, de manera discrecional, con la participación de los involucrados, la extracción de algunas fibras del cadáver para el examen de ADN, sin desenterrar por completo el cuerpo, sino rompiendo un lado del ataúd.

La ciencia está muy adelantada. Pero como el señor José Andrés Tavárez dice que su madre, la señora Altagracia Tavárez, le aseguró que es hijo del fallecido, producto de una relación de que cuando ella tenía 16 años, entonces debe aclararse la situación y terminar con el escándalo. ¡No debería desearse que eso siga!

Si resulta ser hijo de Don Poppy, lo correcto es que se le entregue lo que por Ley le pertenece. Si resulta negativa su versión, ya no hay más duda.

La esposa de Don Poppy, la señora Elba Aurora Madera, y sus hijos, deben comenzar a dar por terminado ese problema. El principal dueño de esa fortuna terrenal, ya está muerto. ¡Lo dejó todo!

Los seres humanos sólo somos administradores de riquezas, sean muchas o pocas. Cada quien debe pensar en que un día lo dejará todo, a su esposa o esposo, los hijos, los amigos, familiares, lo que creó y todas las demás cosas.

Dios es el dueño de todo. Si José Andrés Tavárez es hijo del fallecido empresario, hay que entenderlo como una aventura de dos muchachos que entonces eran los procreadores del demandante.

El reclamante ya tiene 50 años de edad. Pero hay que admitir que hay una coincidencia: Su madre le puso el nombre de José, quizás el de su fallecido padre.

La esposa y los hijos de Don Poppy, un empresario que siempre andaba solo, porque él mismo decía que cada hombre o mujer del pueblo era su guardaespaldas, no deben mantener este otro escándalo. ¡Ya está bueno!

A Don Poppy nunca nadie se atrevió a tocarlo para agredirlo. ¡Un gran honor que muchos empresarios desearían tener!

Y cuando Don Poppy murió, no eran decenas sino cientos los pobres que fueron a despedirlo, porque era un hombre que hacía bien. José Armando, uno de los hijos de Don Poppy, el más conocido en los medios de comunicaciones, debe manejar la situación y poner fin a ese problema.

¡Pensemos en las virtudes de nuestro amigo, Don Poppy Bermúdez!