El único verdadero Rey
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El único verdadero Rey

Foto san Lucas

Sobre el evangelio de San Lucas 23, 35-43

Voces y ecos

Por Luis Rafael García Dubus

El hombre más importante del país en materia de la ciencia económica, cumplía 80 años, me invitó a la cena que le ofrecieron. Estaba a mi lado en una conversación de sobremesa y aproveche para preguntarle: "Don J. ¿qué ha aprendido usted en 80 años de una vida tan fructífera y exitosa como la suya?

"Que no se puede confiar en nadie" – me contestó

¿Usted sabe lo que es decir esto después haber vivido una vida llena de "éxitos". Esto es igual que decir TODO ERA FALSO.

El aprecio que siempre había recibido de todos, había sido dirigido a su cargo, los honores hechos a su falso yo, era con algún interés, pero él, él mismo, su persona, su verdadero yo, quizás no había sido apreciado por nadie. Él había vivido toda su vida basada en su falso yo.

El Señor Jesús, decepcionó a muchos cuando vivió su pasión voluntariamente aceptada, como se recuerda en cada misa.

Ahora estaba Él cruelmente clavado en una cruz de madera, con un malhechor desconocido a su izquierda y otro a su derecha. ¡Increíble!

Y más increíble aún fue que mientras se burlaban de Él, uno viró la cabeza y miró para otro lado, y el otro lo miró y creyó en Él.

- "Acuérdate de mí, cuando estés en tu reino" – le dijo
- "Hoy mismo – le responde Jesús, – estarás conmigo en el paraíso"

Paraíso es un término simbólico que significa textualmente "Jardín, lugar de delicia". De ese "lugar de delicia" fueron expulsados Adán y Eva, por una estúpida y soberbia desobediencia, y ahora volvería a entrar en él este malhechor ese mismo día, sólo por un acto de fe.

Así es como Jesús demuestra que es Rey.

Este es nuestro REY. Un Rey lleno de amor, que nos da un lugar perfecto lleno de paz y alegría, un paraíso regalado a los pequeños que ponen su fe en Él.

Nos dice San Juan Crisóstomo: "Ese ladrón ha robado el paraíso, ni Abrahán, ni Isaac, ni Jacob, ni Moisés, ni los profetas, ni los apóstoles: el ladrón entró antes que ellos. Pero también su fe superó la de ellos. Él vio a Jesús atormentado y lo adoró como si estuviera en su gloria. Lo vio clavado a una cruz y le suplicó como si hubiera estado en un trono. Lo vio condenado y le pidió una gracia como a un rey. ¡Oh admirable malhechor! ¡Viste a un hombre crucificado y lo proclamaste Dios!"

Aquí no hay decepción. Aquí vemos un final que expresa "Puede creer en mí, y así, al final no dirá "todo era falso", sino muy por el contrario: ¡TODO ERA CIERTO!

Si un hombre muere a su falso yo, viene la muerte a buscarlo y no encuentra a nadie.

El verdadero yo, la persona hecha por Dios con amor no muere nunca.