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La verborragia es una discapacidad

Foto Rafael Peralta RomeroVoces y ecos

Por Rafael Peralta Romero

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Intelectuales, líderes políticos, dirigentes gremiales y otros usuarios de la palabra ante un conglomerado muestran a menudo el vicio de la palabra excesiva. Ese descontrol verbal frente al público los lleva a hablar más de lo permitido, de acuerdo con la prudencia y las normas que rigen el evento o de las circunstancias en que se desenvuelve el sujeto afectado del referido trastorno.

Escritores, sociólogos, filósofos y profesores protestan con visible enojo cuando al hablar ante un foro se le limita el tiempo. Se muestran incapaces, pese a sus grados y posgrados, para hablar estrictamente en el tiempo que señalan los organizadores. Unos hacen rabietas y terminan, otros siguen impasibles hablando, aunque le pasen papelitos con advertencias, le toquen algún objeto sonante o le den cualquier señal indicativa de que deben contener el flujo de palabras.

Para definir esta tendencia, contamos en el español con las voces verborrea y verborragia. Ambas tienen la misma base y el elemento compositivo -rrea o -rragia. Todas las palabras de nuestra lengua que se forman a partir de esas terminaciones se asocian al valor semántico de flujo, abundancia o profusión de algo.

Por ejemplo: el elemento /-rragia/ deriva del griego y significa "romper", "hacer brotar". En nuestra lengua equivale a 'flujo', 'derramamiento'. Y así se forma verborragia. (Verbosidad excesiva). Como hemorragia, emanación de sangre, y blenorragia, definida como flujo mucoso ocasionado por la inflamación de una membrana, principalmente de la uretra.
De su lado, el elemento compositivo /-rrea/ significa 'flujo', 'acción de manar'. El Diccionario de la lengua española al definir esa partícula pone de ejemplos los vocablos verborrea y seborrea (grasa indeseada en la piel). Verborrea es verbosidad excesiva. En este grupo caben también gonorrea y diarrea, ambos males caracterizados por flujos no deseados.

Con la terminación /-rragia/ tenemos una voz muy conocida que es hemorragia, un flujo de sangre que hace falta detener porque acarrea percances a la persona afectada. De la hemorragia advertimos fácilmente su peligro, no así de la verborragia o flujo incontenible de palabras.

Con la terminación /-rrea/ disponemos de una palabra muy conocida también que nombra abundancia de otra materia corporal diferente en color, consistencia y olor a la sangre. Normalmente causa preocupación a quien padece el evento, además de las incomodidades que ocasiona.

Paneles y coloquios organizados por personas inteligentes cuyos protagonistas o actores se suponen inteligentes son perjudicados en su desarrollo porque a veces alguno de los intervinientes no pudo someterse al orden de hablar solo diez minutos como estaba pautado para todos los oradores. Esa persona no lo sabe, pero padece una discapacidad. Quien más ha estudiado debe estar en mejor disposición de hablar en el tiempo establecido.

Aquel que se presenta a un coloquio donde van a participar tres o cuatro personas y lleva una exposición que requiere cuarenta minutos para desarrollarse no es el más capacitado, es, precisamente, lo contrario. Si necesita el tiempo de una conferencia para expresar lo que se desea exponga en ocho minutos debe quedar descalificado.
En el ambiente político es donde más se nota el vicio de la verborragia. En toda asamblea o reunión, cada participante quiere hablar y por demás sin limitaciones. Un buen orador requiere de varias capacidades: conocer el asunto del que habla, expresarse con corrección y propiedad y la principal capacidad es saber cuándo terminar.

Es de necios insistir en hablar después que el tiempo ha vencido y resulta triste tener que decirlo, pero quien no puede hablar en el turno que le han asignado es un discapacitado y no lo sabe. Verborragia, como la hemorragia, o verborrea, como la diarrea, son males peligrosos.