Augusto, Jonaira y su huésped funesto (1)
Voces y ecos
Por Rafael Peralta Romero
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Un hombre y su esposa han consentido en publicar la historia que los ha envuelto a propósito de presentarse entre ellos un invitado no deseado. La vÃctima principal ha sido el marido a quien llamaremos Augusto, pero la historia es contada por la esposa, Jonaira (también nombre fingido). Constituyen una familia de clase media y con nivel de educación calificado. Asà ha hablado la señora:
Sabes que está en todos lados, estás segura de que es real y es de alta peligrosidad para la salud. Lo vivido por mi familia luego de que mi esposo fuese contagiado (no sufre de ninguna de las afecciones mencionadas que pueden agravar su estado) es un drama que hasta este momento cuando me siento a dar testimonio, lloro.
Desde inicio de la cuarentena establecimos reglas, como los hijos son adultos, irÃan una vez por semana al súper. Y se hizo asÃ, pero antes de dar apertura a la desescalada por fase, ya mi esposo tenÃa que ir a la oficina (encargado de contabilidad) y él entendÃa que ya que salÃa, podÃa hacer compras (reconozco que abusó). Esas salidas se hicieron más frecuentes. Estaba presente el gran riesgo, aun tomando medidas: mascarillas, guantes, desinfectante.
Le llega una tos, casi un mes. Pierde el olfato, por lo que le digo "hay que tomar esto con más seriedad por el COVID", ya me estoy inquietando y le propongo que deberÃa buscar cómo tomarse una prueba PCR, pero me alega que él no tiene nada, en estas situaciones el último en reconocer sÃntomas y aceptar un posible contagio es el afectado.
Las autoridades le dan apertura a la fase I de la desescalada e inician las labores con un horario reducido, por lo que, en la primera semana hace acto de presencia el tercer sÃntoma, la fiebre, lo despachan del trabajo hasta que se haga prueba o hasta nuevo aviso y es aquà donde a la familia le empieza su odisea. Ese mismo dÃa que lo despachan, le conseguimos la indicación y un tratamiento genérico para calmar más que los sÃntomas presentes y los que luego llegaron.
Veintiún dÃas de aislamiento fueron suficientes para que la familia pasara todas, lo que más impotencia producÃa en todo este proceso era el no conseguir cita en los laboratorios. La primera cita fue una experiencia terrible, horas (hasta 70 minutos de espera) no solo en un teléfono, no sólo en laboratorio, sino con un teléfono fijo y tres celulares, aun asà fracasó el primer intento, las respuestas de los laboratorios llovÃan: "Ya no hay cupo, llame mañana".